Comentario
Desde mediados de siglo se abre paso la corriente realista, que pretende reflejar las situaciones de la vida ordinaria, abandonando las pretensiones universalistas del clasicismo o las explosiones emocionales del romanticismo.En el ámbito de la literatura los autores tratarán de ofrecer personajes y situaciones comunes, lo que convierte a la obra literaria en una fuente de primer orden para el conocimiento del pasado histórico, aun teniendo en cuenta las precauciones que deben tomarse para el uso de las fuentes literarias.El realismo parece así la respuesta a una sociedad en la que se había producido un cierto efecto de nivelación y en el que un mayor número de personas habían adquirido protagonismo en la sociedad. El antiguo héroe, o el santo, habían cedido el sitio ante la irrupción de nuevos grupos humanos, que todavía no son masas, pero que imponen nuevos gustos y costumbres. En ese sentido, es el arte de la nueva civilización urbana e industrial. El realismo fue también una reacción contra el fracaso de las revoluciones de 1848, en donde se habían ahogado muchas de las esperanzas democráticas y de libertad personal.Honoré de Balzac (Eugenia Grandote, 1833; Papá Gorrión, 1834; El cura de aldea, 1839; El primo Pons, 1847, que se integran en la serie de La comedia humana) ha ofrecido otras tantas crónicas de la sociedad francesa de la época, en la que parecen seguirse criterios científicos de análisis y clasificación (Engalles reconoció que había aprendido más sobre el materialismo de la sociedad francesa en las novelas de Balzac que lo que le hubiera podido enseñar cualquier historiador o cualquier político).El testimonio literario, en todo caso, es especialmente útil en el caso de la Rusia del siglo pasado, dada la dificultad de acceso a otras fuentes de información. Algunas obras de Turgueniev (Padres e hijos, 1860; Relatos de un cazador), de Gogol (Las almas muertas, El inspector), de Dostoievsky (Recuerdos de la casa de los muertos, 1861; Crimen y castigo, 1866); o de Tolstoi (Guerra y Paz, 1864) resultan ilustrativas de esta corriente.La corriente realista en Inglaterra está representada por las obras de W. Thackeray (La feria de las vanidades, 1847-1848) o de Ch. Dickens (Tiempos difíciles, 1854) que han dejado en sus obras una imagen detallada de las dificultades que experimentaron las clases trabajadoras durante los hambrientos cuarenta.De todas maneras, la expresión más depurada del realismo tal vez esté contenida en la obra de G. Flaubert, aunque el propio autor se resistiese a aceptar la etiqueta de realista. Tanto su Madame Bovary (1857), como La educación sentimental (1869), ponen de relieve el profundo contraste entre los ensueños heroicos que viven sus protagonistas y la vulgaridad de su vida ordinaria. Las denuncias de la realidad social que contenían algunas de estas obras hicieron que tanto Madame Bovary como Las flores del mal, de Baudelaire, sufrieran juicios por obscenidad en 1857.En el mundo de la pintura la exposición, en 1850, del Entierro de Ornans, de G. Courbet, escena de gentes vulgares en la que están ausentes tanto el dolor como el heroísmo, supuso la ruptura con los gustos románticos que habían prevalecido hasta entonces. Cinco años más tarde harían público su manifiesto de escuela (grupo de Barbizon, en torno a C. Corot), al negarse a aceptar las condiciones que las autoridades habían puesto a Courbet para encargarle un trabajo en la Exposición Internacional de París. Manet dará un paso más y, con el impresionismo, empezará a socavar la confianza que habían manifestado algunos realistas. Sus versiones del Fusilamiento del emperador Maximiliano en Querétaro parecen haber sido verdaderos alegatos contra la política exterior de Napoleón III y la pintura sería rechazada en el Salón de 1869. También resultará provocador su Desayuno sobre la hierba y, desde luego, el desnudo representado en la Olympia (1865). En 1874, el movimiento alcanzaría plena notoriedad con la exposición de obras de Claude Monet y Auguste Renoir.En su desarrollo de los postulados realistas, los impresionistas pondrán de manifiesto la influencia de la fotografía, que había comenzado a divulgarse a comienzos de los años cincuenta. En cualquier caso, lo que pudo entenderse animado por un impulso de realismo terminó por socavar los principios del mismo movimiento, en la medida en que los impresionistas tomaron conciencia de lo circunstancial y relativo que había detrás de la supuesta objetividad de una toma fotográfica. Los estudios sobre la luz y la técnica de su representación terminarían por hacer saltar los firmes postulados del realismo de mediados de siglo.La mejor expresión del realismo en la arquitectura tal vez sea el Crystal Palace de Londres, construido por Paxton para la Exposición Internacional de 1851. A él se podrían añadir el edificio parisiense de Les Halles, realizado por Baltard entre 1852 y 1856.El afán cientifista de averiguar las leyes que regían el comportamiento humano llevó del realismo al naturalismo, que presentaba a los individuos como sujetos a las leyes de la herencia o a los condicionamientos sociales. Eso es lo que representa la obra de los hermanos Goncourt (Germinie Lacerteux, 1865) y, sobre todo, la de Emilio Zola (Teresa Raquin, 1867), en donde observaciones casi puramente fisiológicas desembocan en la presentación de un personaje que es puro instinto animal, con una total falta de moral. Más adelante, Zola utilizará la clave darwinista para presentarnos la evolución de una familia francesa durante el segundo Imperio (Los Rougon-Macquart, 1871-1893). Esta tendencia naturalista fue seguida en Italia por Giovanni Verga (La marea) y, en España, por algunas obras de Benito Pérez Galdos y por la condesa de Pardo Bazán.En el campo de la música, G. Verdi debe ser inscrito entre las grandes figuras del realismo, por su estilo directo, noble e intenso. El extraordinario éxito de Nabucco (1842) le abrió las puertas de la fama en toda Italia, a la vez que proporcionaba un soporte musical a los sentimientos nacionalistas que estaban en ebullición. Su Requiem en honor de Manzoni (1874), podría cerrar un ciclo de la carrera de quien ya era un famoso compositor al que se le abrían las puertas de las principales cortes europeas. Su producción de los años ochenta profundizará aún más en la línea dramática.